domingo, 25 de octubre de 2009

El precio de la muerte

Una máquina dispensadora de ramos de flores es el primer objeto que se cruza en el camino de cualquier visitante al entrar en uno de los cementerios de Barcelona. Hay de todos los tipos, pequeños, grandes, de rosas, de lirios, mixtos. “Por favor, introduzca el importe exacto, no devuelve cambio”, nos dicen en el Cementerio de Poble Nou. Es un precio insignificante, sólo 10 euros, adecuado para alguien que quiere dejar un detalle a su familiar o amigo fallecido.

Más caro que visitar es, no obstante, morirse. José Vicente, uno de los enterradores que desde hace 17 años se encarga de dar descanso a dos o tres personas por día en el cementerio más antiguo de la ciudad (al igual que hacía su padre, abuelo y bisabuelo) nos comenta que los precios por entierro son astronómicos, de entre 2.000 y 10.000 euros. “Todo depende de la madera que se quiera utilizar en el ataúd, lo más caro es la madera”, afirma. “¿Y si quiero que me incineren?”, le replico. “En ese caso también hay que utilizar un ataúd, por ley”. Sorprendida, me dirijo al tanatorio Sancho de Ávila, uno de los que trabajan con el Cementerio de Poble Nou y que se enmarca dentro de la empresa de Serveis Funeraris de Barcelona (SFB).

Bajo el lema ‘Te acompañamos, SFB te atiende de una forma personalizada en un despacho en el que escuchan tus necesidades. Te explican con mucho detalle que el precio global de un entierro oscila entre los 2.000 euros, en el caso de que sea una persona con muy poco poder adquisitivo (y que por tanto se llevaría un ataúd de gama baja, de madera de aglomerado básico), y los 10.000 euros, que conllevaría una caja de madera de gama alta, posiblemente roble, con una abertura en la parte superior del torso, para que sea visible solamente de cintura para arriba.

No obstante, tanto los 2.000 como los 10.000 euros engloban la ambulancia, el velatorio o depósito, las flores, los coches de acompañamiento, el libro de condolencias y la música. Sólo faltarían las plañideras. Digamos que es como un pack, en el que puedes quitar o añadir opciones. Si no deseas que tu familiar tenga música en el tanatorio, son 85 euros menos, por ejemplo.

De la misma forma, el precio también incluye el alquiler de dos años, como mínimo, de un nicho, que varía entre 80 y 600 euros en función de si se encuentra en la parte baja de la pared del cementerio (más visible y alcanzable a la hora de dejar flores) o no. Igualmente también se puede optar a pedir la concesión de 50 años del mismo, ‘comprando’ el nicho hasta pasada la fecha. Juan Antonio Martínez, uno de los asesores personales de SFB señala que “al cumplirse los 50 años de concesión se le envían avisos a la familia para que pague las cuotas de nuevo y en el caso de no responder (porque puede que no quede nadie vivo) se procede al vaciado de la sepultura, trasladando los restos al osario general”. O lo que es lo mismo, los restos cadavéricos pasan a formar parte de una fosa común.

Mientras, cualquier familia que lo desee puede guardarse pedazos del pelo del fallecido en joyas “mediante un proceso químico”, indica Martínez, así como restos de las cenizas en colgantes o anillos. En el negocio hay lugar para todos, incluso para los más ecologistas, pues hay urnas llamadas ‘zen’ hechas con material biodegradable, para que a la larga las cenizas y la urna se deshagan sin afectar al medio ambiente.

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