Aprovecho la ilustración de The Guardian, de la que se hace eco la edición digital de hoy de El País, para retomar este espacio que tenía un pelín olvidado como consecuencia de mis días de becaria en el Cabildo grancanario.
Y es que cuánto echo de menos un poquito de literatura (¿?) en mis textos. Tanta nota de prensa, tanta mecánica en las estructura sintácticas. Desde hoy vuelvo con vosotros, siempre que el tiempo me lo permita, claro.
Día 7 de julio. Son las 19:52, las 18:52 en Canarias.
El ritmo de vida aquí no tiene nada que ver. La pachorra, la calma y el poco estrés que se respira recuerda al letargo en el que se sumían los africanos que describía Kapuscinski en Ébano, e invita a dar un respiro a las ansiedades propias de la ciudad condal.
Los canarios son unos huevones, en el buen sentido, y en el malo. O eso dicen ellos. Porque yo de momento sólo he comprobado el bueno.
Sobre todo entre semana intento mantenerme al tanto de todo, y creo que la mayoría del tiempo lo consigo (nótese que ya sé en qué isla me encuentro y a qué cabildo y a qué provicia pertenece, con todo el jaleo que eso conlleva, ¡Dios!), pero pese a mis esfuerzos sigo deshinchándome cual globo de helio; sigo durmiéndome por las esquinas a causa de la relajación que llego a adquirir en esta isla.
¿Me estaré convirtiendo en una huevona? O mejor dicho, ¿es posible llegar a ser más huevona de lo que siempre fui?
No, no es posible ;-p
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